viernes, 10 de octubre de 2025

QUERIDAS LECTORAS QUERIDOS LECTORES (ANAGRAMA 3 DE OCTUBRE 2025)

 

                                      La hermana Martha Pelloni en una marcha del silencio en Argentina.


El 23 de febrero de 2025, Martha Pelloni cumplió ochenta y cuatro años. Ante la mirada atenta de la escritora y periodista Liliana Viola, dijo que le podía preguntar lo que ella quisiera: iba a responder a todo. Pelloni era un misterio. Una excepción. O una monja. Puede que solo fuera una monja.

Pelloni es la mujer que, a comienzos de los noventa, en Argentina, pasó a la historia como «la monja del caso María Soledad», una estudiante de la provincia de Catamarca que fue violada y asesinada por jóvenes de la élite política. Al enterarse del crimen, Martha Pelloni decidió buscar la justicia y «se enfrentó a jueces, políticos y testigos comprados o amenazados de muerte».

«En la prensa la llaman “la monja justiciera”; en los pueblos del litoral, “la hermana sapucai”», afirma Viola de quien fue la principal impulsora de las «marchas del silencio», manifestaciones pacíficas que se convirtieron en un símbolo de la lucha contra la impunidad en los noventa, y las cuales culminaron con la caída de un Gobierno cómplice y corrupto: «los violadores y asesinos de la adolescente de diecisiete años eran los hijos de esos representantes de los poderes legislativo, judicial, policial y ejecutivo. A casi diez años de recuperada la democracia, la población comenzaba a sospechar que con esa democracia no necesariamente “se comía y se educaba” como había prometido en su campaña el presidente Raúl Alfonsín». Su lucha se retrata en La hermana, de Liliana Viola, obra ganadora del Premio Anagrama de Crónica / Fundación Giangiacomo Feltrinelli.


Luis «el Flaco» Tula, el supuesto novio de María Soledad Morales, fue acusado de entregar a la joven a Guillermo Luque, hijo del entonces diputado nacional Ángel Luque. Fue él quien la llevó primero a una fiesta en la discoteca Le Feu Rouge y después a otra llamada Clivus, en la que estaban dos sobrinos del intendente de la ciudad, un primo del gobernador Arnaldito Saadi y el hijo del jefe de la policía. La drogaron y abusaron sexualmente de ella. Todos ellos eran hijos del poder. María Soledad quería ser maestra jardinera. Era la segunda de siete hijos. Su cuerpo fue encontrado el lunes 10 de septiembre de 1990 en el Parque Daza, a siete kilómetros de la capital catamarqueña.

«Este es el país de Messi, Maradona, la grieta, la soja, el papa y las marchas», le dice Pelloni a Viola, y continúa: «cuesta mucho que los funcionarios vean algo si no ven que la gente marcha». Su implacable tenacidad la convirtió en una figura clave para otras personas que también habían sido víctimas de crímenes atroces. «Pensaban que como yo había buscado justicia contra viento y marea, ahora podía luchar contra todas las mafias que operaban en la zona.»

A día de hoy la hermana Pelloni vive a más de mil kilómetros de Catamarca, el lugar donde libró la primera de sus múltiples batallas. «Una batalla cultural, se dirá ahora. Una batalla feminista. Un camino largo que baja y se pierde.»


Novedades

De la seman



Inauguramos el mes en «Panorama de narrativas» con Mi trabajo de Olga Ravn, la autora que deslumbró con Los empleados y que ahora firma una novela poliédrica sobre las tensiones de la maternidad y la convivencia entre los diversos trabajos de una mujer. La traducción al castellano es de Victoria Alonso. También lo publicamos en catalán bajo el título La meva feina, traducido por Maria Rosich.

«Narrativas hispánicas» trae Mil cosas de Juan Tallón, una vertiginosa reflexión sobre la vida absolutizada por el trabajo, sobre los automatismos de la rutina y cómo seguir cuando todo nos sobrepasa. También está disponible en formato audiolibro con la narración de Ramón Zalacaín.

En «Argumentos» publicamos el ensayo La tierra sometida, de Philipp Blom, un texto lúcido que traza un recorrido por la evolución del vínculo entre la humanidad y la naturaleza desde la antigüedad hasta nuestros días.

Pildoras

Para Estar al día

Contra los hijos de los poderosos  

A principios de septiembre, estallaron en Nepal una serie de protestas lideradas por jóvenes que acusaban al Gobierno de corrupto. Como ocurrió con las «marchas silenciosas» que retrata Viola, el Gobierno cayó: el primer ministro K. P. Sharma Oli presentó su renuncia al cargo con efecto inmediato e hizo un llamado a «cooperar para resolver pacíficamente la difícil situación del país». Como origen de las revueltas, se señala la prohibición nacional de muchas plataformas populares de redes sociales, pero la verdad es que hay un origen anterior: la frustración de la ciudadanía por la corrupción percibida y la ostentación de riqueza por parte de funcionarios del gobierno y sus familias. Aunque la lucha es distinta, hay elementos similares. Y los hijos del poder son una de estas coincidencias.


«La Bella Varsovia» trae Infundio (cuentos del Coco) de Marta Boronat Redondo, el poemario galardonado con el II Premio Ana Santos Payán. La obra se adentra en ese territorio movedizo donde el recuerdo toma forma de símbolo y la pesadilla es un estrato más de la realidad.

 Edificio de gobierno y parlamento en Katmandú, Nepal. Fotografía: © Navesh Chitrakar (Reuters).


Cronista de escritorio

Liliana Viola es lo que podríamos llamar una «cronista de escritorio», una investigadora que no sale a la calle, que trabaja sobre un riguroso material de archivo y, venciendo la timidez, consigue una profunda conversación con su protagonista. En Argentina, Rodolfo Walsh escribió el canónico y fundacional Operación Masacre, en el que reconstruye el terrorismo de estado y los fusilamientos clandestinos en la década de los cincuenta, a partir de expedientes, entrevistas, notas de prensa y testimonios. No presenció los hechos, pero creó un relato con la narrativa y la documentación...


El poder del retrato     

… como lo hizo la periodista y escritora Leila Guerriero en La llamada, el perfil de Silva Labayru, secuestrada, torturada y violada por la ESMA durante los años previos a los que Liliana Viola retrata en su libro. Ambas historias se leen en diálogo, pues la lucha de Pelloni viene de la caída del régimen que Labayru detalla en los múltiples encuentros con Guerriero. El resultado es un libro colosal, un profundo perfil de una víctima que no encaja en el relato social y hegemónico de lo que una víctima debe ser, de la misma forma que Pelloni no encaja en el relato social y hegemónico de lo que una heroína representa. Un misterio. Una excepción. O, simplemente, una monja.



Fuera 

De pagina



Gabriel Ventura y Michel Nieva en una playa virtual

Para hablar del reality shifting, el fenómeno que Gabriel Ventura analiza en su ensayo El mejor de los mundos imposibles (también publicado en catalán), su autor conversó con Michel Nieva mientras hacían una curiosa expedición virtual en un mundo paralelo.



«La depresión y la agresividad son los dos grandes males del siglo que viene.»

Archivo Anagrama

Destacamos de nuestro archivo esta entrevista con el filósofo y escritor José Antonio Marina quien, en 1998, reflexionaba sobre conceptos como voluntad, impulsividad y dependencia, términos que exploró en profundidad en su libro El laberinto sentimental, recientemente recuperado en «Compactos».






lunes, 6 de octubre de 2025

LAS ADQUISICIONES DE TEXTOS DE LA BIBLIOTECA EPM DE MEDELLÍN

 


Son muchas las adquisiciones de la biblioteca EPM. No solo de literatura, sino de ensayo y divulgación científica. Es meritorio el aporte que le hace a la ciudad la fundación EPM, en materia de servicio cultural. Sus amplias salas, los espaciós comodos y llenos de luz, para la lectura y el servicio de un personal atento y amable hacen de este lugar algo muy especial para los amantes del conocimiento. Lina Murillo, Melissa Blandón en literatura y Oscar Ochoa y Sylvana Bedoya en ciencia, ellos han organizado las excibiciones de la exposición de estos textos para los visitantes de la Biblioteca.

Hablaré de algunos textos que me parece importante destacar. En materia de divulgación científica hablaré de dos de ellos.

EL LADO OSCURO DEL UNIVERSO

Casi todo lo que hay en el universo es invisible. La materia ordinaria (que forma los planetas, las estrellas y el gas y el polvo cósmicos) representa sólo el 4% del contenido del universo; el resto lo constituyen las llamadas materia y energía oscuras, dos de los descubrimientos más espectaculares e inesperados de los últimos tiempos. Estos hallazgos representan en cierto sentido una nueva revolución copernicana; una vez más, descubrimos que nuestra posición en el universo no es única ni privilegiada. Fundamentalmente, la materia y energía oscuras son un misterio por resolver y para entenderlas será necesario abrir nuestra noción actual del mundo a nuevos hechos e ideas, posiblemente revisando concepciones que hasta ahora parecían firmemente establecidas. Por todo ello, este lado oscuro del universo recién atisbado supone una apasionante área de investigación de la física actual, que puede abrirnos a nuevas leyes y hechos básicos de la naturaleza. En esta obra se analizan las evidencias de la existencia de la materia y la energía oscuras y se explican los experimentos presentes y futuros para tratar de detectarlas de forma más directa. Además, el lector se adentrará en las fascinantes especulaciones actuales para intentar entender el porqué de su existencia, algunas de las cuales suponen una revisión profunda y sorprendente del lugar que ocupamos en el universo.


Alberto Casas es doctor en física teórica y profesor de investigación del CSIC en el Instituto de Física Teórica, en Madrid, del que actualmente es director. Sus áreas de investigación son la física de partículas elementales y la cosmología y ha publicado más de 80 artículos científicos en revistas internacionales. Ha trabajado durante años en las Universidades de Oxford y California y en el CERN (Centro Europeo de Física de Partículas) de Ginebra; y, en estancias más breves, en instituciones y centros de todo el mundo.

internet no es lo que pensamos

Justin E. H. Smith


Desde sus orígenes, Internet se presenta como un logro sin precedentes y extremadamente positivo de la tecnología humana moderna. Justin E. H. Smith se pregunta si esto es realmente así y ofrece una profunda y original historia de Internet, que comienza mucho antes de lo que creemos. Establece conexiones fascinantes entre la experiencia del usuario, la inteligencia artificial, la invención de la imprenta, la comunicación entre los árboles y los orígenes de la informática en los telares mecánicos de la industria de la seda. Al mismo tiempo, revela cómo la estructura orgánica y el desarrollo de Internet lo enraízan en el mundo natural de maneras inesperadas que desafían los esfuerzos por trazar una línea entre la tecnología y la naturaleza.

EL FUTURO FOSIL

ALEX EPTEIN


Por qué el progreso global de la humanidad requiere más petróleo, más carbón y más gas natural, no menos Un libro que replantea todo lo que creías saber sobre los combustibles y el futuro del medio ambiente Los medios de comunicación nos bombardean día sí y día también con predicciones apocalípticas y tremendistas sobre la irreversible «emergencia climática». Sin embargo, y pese a las consignas de los supuestos expertos en transición ecológica y los activistas medioambientales, la realidad ha acabado dándole la razón al filósofo y experto en energía Alex Epstein.


Durante más de una década, ha defendido que cualquier impacto negativo de los combustibles fósiles en el medio ambiente se ve superado con creces por los beneficios que reporta su uso para el desarrollo humano, incluida su capacidad para proporcionar energía fiable y barata a miles de millones de personas en todo el mundo, especialmente a las más vulnerables.

Los combustibles fósiles no sólo han llevado la pobreza a un mínimo histórico:siguen siendo la fuente de energía dominante y su uso se incrementa, mientras que las energías renovables defraudan todas las expectativas y se muestran como una tecnología cara e ineficiente. Epstein argumenta que, si bien la energía fósil ha contribuido al calentamiento de 1 grado en los últimos 170 años, las muertes relacionadas con el clima están en mínimos históricos gracias, precisamente, a su desarrollo.

En Un futuro fósil, Epstein aplica su distintivo «marco de desarrollo humano» para afirmar que también las generaciones venideras disfrutarán de los beneficios de los combustibles fósiles. El camino hacia el progreso humano global, sostiene, pasa por una combinación de más combustibles fósiles con una mejor comprensión del clima, y por establecer políticas de «libertad energética» que permitan que la energía nuclear y otras alternativas verdaderamente prometedoras alcancen todo su potencial a largo plazo.

Hay muchos otros titulos de temas cinetíficos y de ensayo, están excibidos en el segundo piso de la biblioteca o pueden preguntar a Oscar Ochoa por las nuevas adquisiciones, con gusto les mostrará las nuevas adquisiciones.


TEXTOS DE LITERATURA

1.- Escrito con la sangre de mi corazón. Diana Gabaldón

2.- Las amistades peligrosas. Choderlos De Laclos

3.- En los umbrales del Hades. Osvaldo Reyes

4.- Blanco letal. Robert Galbraith 

 


(SERIE CORMORAN STRIKE 4)

La novela más épica de Robert Galbraith hasta el momento. Blanco letal nos ofrece un misterio cautivador y un nuevo episodio muy emocionante en la historia de Cormoran Strike y Robin Ellacott.

La serie protagonizada por Cormoran Strike, convertida en una gran producción de la HBO.

«Vi cómo mataban a una cría... Cómo la estrangulaban.» Cuando Billy, un joven con problemas, acude al consultorio privado de Cormoran Strike para pedirle ayuda y que investigue un crimen que cree haber presenciado cuando era niño, Strike se queda perplejo. Si bien Billy tiene obvios problemas mentales y no logra recordar muchos detalles concretos, hay algo sincero en él y en su historia. Pero, antes de que Strike pueda hacerle más preguntas, Billy, presa del pánico, sale corriendo de su oficina.

Tratando de llegar al fondo de la historia de Billy, Strike y Robin Ellacott, su antigua asistente y ahora socia de la agencia, emprenden un camino sinuoso que los lleva a través de las callejuelas de Londres hasta las salas más recónditas y secretas del Parlamento, pasando por una hermosa pero siniestra casa señorial perdida en el campo.

Y mientras la investigación se vuelve cada vez más laberíntica, la vida de Strike es cualquier cosa menos sencilla: su nueva fama como detective privado lleva implícita la incapacidad de operar pasando desapercibido y el ambiente en la oficina es más tenso que nunca. Robin es indispensable para Strike, pero su relación personal se complica día a día.

5.- El Psicoanalista en la mira. 


La vida del doctor Ricky Starks está marcada por una oscuridad persistente. Quince años han pasado desde que sufriera el primer ataque de una familia de psicópatas.

En dos ocasiones, Starks ha logrado escapar de las garras mortales de esta familia, incluso presenciando la muerte de uno de ellos. Sin embargo, la sombra de la tragedia se cierne de nuevo sobre él cuando un detective lo contacta para informarle que uno de sus pacientes se ha suicidado.

¿Estarán detrás del extraño incidente Merlin y Virgil, los retorcidos hermanos del fallecido Rumpelstiltskin? Muy pronto los acontecimientos se desbocan y el psicoanalista, acostumbrado a ser un salvavidas para quienes luchan contra los demonios de su mente, intentará salvarse a sí mismo.

6.-Tres enigmas para la Organización. Eduardo Mendoza.

7.-El marido de mi madrasta.


Una colección de sorprendentes relatos por la aclamada autora de Las primas.

«Con su voz disidente, Aurora Venturini supo ponerse en la boca de todos.» Ariana Harwicz

«Su literatura es arriesgada, monstruosa, especial. […] Una de las escritoras más interesantes del mundo. Una genia total.» Lucía Lijtmaer.

Como ocurre con toda la obra de Aurora Venturini, estos cuentos fueron escritos desde las tripas, y también desde un lugar periférico del lenguaje y la literatura. Sus páginas las recorre una galería de personajes extraños y deformes. Porque esa ha sido siempre la manera como Venturini perfila sus historias, abordándolo todo con una mirada extravagante. Aquí desfilan gatos absorbidos por un tornado, niñas que nacen con un bulto negro en el cuello, una maestra que se enamora de un ventrílocuo de circo. Y viejos y mujeres que pegan a sus hijas. Dueña de un estilo excepcional, lírico y sórdido a la vez, Aurora Venturini narra de manera irrefrenable las zonas perversas y macabras del mundo, y atrapa a estos raros personajes antes de que se evaporen. Divididos en dos partes, El marido de mi madrastra y Hadas, brujas y señoritas, estos relatos trasmiten su particular manera de entender la literatura y la vida, dos espacios tomados casi siempre por la oscuridad, pero con algunos fogonazos breves de una luminosidad que hiere.

8.-Ales junto a la hoguera

Sola en su vieja casa de la costa noruega, Signe mira por la ventana y se ve a sí misma veinte años atrás, sentada ante la misma ventana, mientras espera el regreso de su marido, Asle, durante una terrible tarde de finales de noviembre en la que él se subió a su bote de remos para no regresar. En una suerte de caleidoscopio, las imágenes de aquel trágico día se superponen a visiones del pasado y su vida en común, pero también con recuerdos que abarcan cinco generaciones de un clan familiar y su lucha constante contra la inclemente naturaleza que les rodea, hasta llegar a Ales, la tatarabuela de Asle.

En la prosa vívida y alucinatoria de Jon Fosse, todos esos momentos habitan el mismo espacio, y los fantasmas del pasado colisionan con los vivos. Ales junto a la hoguera es una visionaria obra maestra, una inquietante exploración del amor y de la pérdida que se encuentra entre las más bellas meditaciones sobre el matrimonio y el destino humano.

8.- El archopielago del perro. 

Maestro en combinar elementos del género negro y la tragedia clásica, con una especial habilidad para crear suspense mediante una serie de detalles en principio intrascendentes, Philippe Claudel -autor de las aclamadas Almas grises y El informe de Brodeck- regresa con una historia plena de connotaciones filosóficas. En esta ocasión, un hecho extraordinario sacude la monótona existencia de una pequeña comunidad, obligándola a poner de manifiesto su auténtico carácter, su egoísmo y estrechez de miras.

El archipiélago del Perro dista mucho de ser un lugar paradisíaco. Situado en el Mediterráneo menos turístico, a unas decenas de millas de la costa africana, es un enclave aislado del mundo donde los habitantes entierran a sus muertos de pie por falta de espacio. Una tierra dura, famosa por sus fuentes de agua caliente y sus paisajes, y dominada por el Brau, un volcán que lleva milenios vomitando lava y escorias fértiles. La pesca y la agricultura son la forma de subsistencia de sus moradores, que sueñan con hacerse ricos con la probable construcción de un complejo termal financiado por un consorcio internacional. Sin embargo, un lunes de septiembre, el mar arroja a la orilla los cadáveres de tres jóvenes negros, un suceso que desencadena un agrio debate entre las personas con mando y poder en la isla, que discuten acaloradamente si dar una sepultura digna a los cuerpos u ocultarlos para evitar el escándalo. Una porfía que irá enconándose hasta romper el sosiego colectivo y transformar a esta pacífica gente en una turbamulta descontrolada capaz de provocar su propia aniquilación.

Con un ritmo narrativo raudo y sostenido al servicio de una parábola sobre la crisis migratoria, Claudel ha escrito una novela audaz y provocadora que nos arranca de nuestra molicie y nos invita a rebelarnos ante la ignominia colectiva.

10.- Lecciones de Quimica.


¡Descubre a la novela que ha encandilado a los lectores de todo el mundo!.

Elizabeth Zott es madre soltera y estrella a su pesar del programa de cocina de televisión más seguido de Estados Unidos. El enfoque inusual de Elizabeth para cocinar, combinar una cucharada de ácido acético con una pizca de cloruro de sodio, resulta revolucionario. Sin embargo, a medida que su éxito aumenta lo hacen también sus enemigos, porque Elizabeth no sólo está enseñando a las mujeres a cocinar sino también desafiándolas a alterar el orden establecido.

Lecciones de química es una novela original y adictiva que desentraña de manera inteligente y entretenida la espinosa cuestión de la igualdad de género y la necesidad de ser uno mismo.

11.- El suplicio del aramo de Sandalo.


En 1900 una revuelta popular estalla en las obras de la vía férrea que está siendo construida por los alemanes y que atravesará la provincia de Shandong. En torno a Sun Meiniang, la joven más hermosa de la subprefectura de Gaomi, se entrelaza el destino de cuatro hombres: su padre, Sun Bing, actor y cantante de la ópera tradicional de Maoqiang y héroe de la insurrección de los Puños Divinos de la Justicia y la Concordia ; su marido, Xiaojia, el carnicero estúpido y soñador; su amante y subprefecto de Gaomi, Qian Ding, y su suegro, Zhao Jia, el verdugo oficial y comisionado de la gran dinastía Qing. El subprefecto Qian está obligado a detener a Sun Bing y llevarlo ante la Justicia para ejecutarlo con la más cruel de las torturas: el suplicio del aroma de sándalo.

Concebida como una ópera clásica, lírica y virtuosa, “El suplicio del aroma de sándalo” está compuesta por todo tipo de suplicios, y describe los últimos tiempos del universo tradicional chino.


Sobre el autor:

Mo Yan, nombre literario de Guan Moye [管谟业], nació en 1955 en la provincia de Shangdong, en ese Gaomi Noreste a cuyo paisaje regresa en muchas de sus obras, como por ejemplo es el caso de Sorgo Rojo (1986), novela que le lanzó a la fama internacional gracias, entre otras cosas, a la adaptación cinematográfica de Zhang Yimou (Oso de Oro en el Festival de Berlín 1988). Mo Yan creció pues en los años convulsos de la Revolución Cultural (1966-76), época cuya violencia, al igual que otros autores de su generación como Yu Hua o Han Shaogong, subliman transformándola en el transfondo cotidiano de sus obras. En la órbita de la llamada Literatura de las Raíces, que al igual que otras tendencias de los 80 buscaba transcender por una parte el discurso melodramático del realismo socialista impuesto, y por otra la influencia de las literaturas occidentales que se traducían en masa por aquél entonces, Mo Yan explota en su literatura una vuelta al “primitivismo”, al “pueblo profundo”, a la “autenticidad” del ser humano, una afirmación vitalista que viene a superponer unos tópicos a otros, y cuyos tintes experimentales le han valido la comparación (a falta de una crítica más imaginativa) con el realismo mágico de García Márquez, con el delirio ultra-lógico de Kafka, o con el aburrimiento metafísico de Kundera  –comparaciones poco afortunadas per se pero que dicen mucho de las veredas donde los teóricos/mercados euroamericanos no pueden dejar de apoyarse.


En el año 2011 fue ganador del más prestigioso premio literario del país, el Mao Dun, por su novela 蛙, Rana. En 2012 fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura, convirtiéndose en el primer escritor chino residente en China continental que lo recibe.

12.- Sociedad Lovecraft. 


Qué hiciste tú durante el confinamiento de 2020?.


Probablemente, con todo ese tiempo que tuvimos por delante, leíste mucho y descubriste a nuevos autores. Nuestro protagonista descubre así a H. P. Lovecraft, una de las grandes figuras de la literatura de terror. De hecho, se aficiona tanto a sus relatos que empieza a seguir a una misteriosa cuenta de Instagram dedicada a él…, e incluso se plantea empezar a escribir relatos de temática similar.

Lo que ocurre después es mejor que lo descubras por ti mismo. Quédate con que la vida de cuatro jóvenes, que ya se encontraban en circunstancias terroríficas durante la pandemia, dará un giro todavía más escalofriante.

En Sociedad Lovecraft, su autor, Álvaro Núñez, mezcla el horror cósmico de Lovecraft con la pandemia de COVID-19 y con situaciones dramáticas cotidianas, como el acoso escolar, la amistad o la vocación artística; todo esto envuelve a la trama principal, la investigación de una desaparición. El horror cósmico es un subgénero del terror que hace alusión a la que no conocemos. Ya lo decía Lovecraft, su precursor, en una de sus citas más célebres: « La emoción más antigua e intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido».

Lo desconocido puede ser desde lo que ocurre tras una misteriosa desaparición hasta lo que hay más allá de la muerte. El horror cósmico toca preguntas universales, que todos nos hacemos con más o menos frecuencia. Esta búsqueda del conocimiento oculto también ocurre en Sociedad Lovecraft, aunque, como nos enseña también este subgénero, quizá es mejor no encontrar las respuestas.

Este libro se puede leer de una sentada. No solo por su brevedad, poco más de doscientas páginas, sino por la forma en que está escrito, que mezcla varios formatos: mensajes de Instagram, diarios, relatos dentro de la historia…

La obra está repleta de guiños al universo del terror cósmico. Una de sus características es la metaliteratura: relatos que hablan de otros libros, normalmente malditos. El más conocido es el Necronomicón, libro ficticio creado por Lovecraft que recoge varios rituales en los que invocar a… Bueno, la verdad es que se vive mejor sin saber a quién.

Sociedad Lovecraft es una buena opción para iniciarte en el mundo oscuro y lleno de secretos que creó H. P. Lovecraft sin saber que mucho tiempo después autores como Álvaro Núñez seguirían reinterpretando y homenajeando su obra. En este caso, el autor le da un giro juvenil ideal para iniciar a las próximas generaciones.

13.- El misterio del último Stradivarius



Tomado del periódico "Clarín" de Buenos aires:

La nueva novela de Alejandro G. Roemmers está llena de sorpresas y de pistas que desconciertan, empezando por su título. El misterio del último Stradivarius parecería aludir a un policial construido desde el esquema “Whodunnit?”: “¿Quién lo hizo?” Sin embargo, la misma palabra “misterio” debería ponernos en guardia contra esa lectura. Hay una sutil diferencia entre “misterio” y “enigma”. Aunque la palabra se use en policiales de enigma, “misterio” no es, como “enigma”, un problema intrincado pero que puede ser resuelto con los instrumentos de la razón. Por el contrario, resiste a la explicación racional, remite a un plano que la trasciende.

El “misterio del último Stradivarius”, ¡atención spoilers!, no se refiere al esclarecimiento del doble asesinato que desencadena la acción; en realidad ese hecho puntual nunca se resuelve, y finalmente tampoco importa. El misterio radica en el violín mismo, en el encantamiento revelador que ejerce ese objeto prodigioso.

Esto no lo convierte en un amuleto. Aunque parezca que alarga la vida de sus portadores, en realidad no pocos de ellos encuentran un final violento, o mueren atormentados. Tampoco es mágico, en el sentido de que pueda cambiar la voluntad de quienes lo interpretan o lo poseen. Ellas y ellos siguen siendo libres de tomar decisiones y elegir, para bien o para mal, su propio camino.


Una lengua divina


Lo que distingue al último Stradivarius es otra cosa: habla una lengua divina, pone a sus oyentes en contacto directo con una dimensión sobrenatural.

La novela, por su parte, no se propone encajar en un estatuto de género determinado. Tiene un marco de policial de enigma, pero no se reduce a él. Tiene una dimensión histórica muy trabajada, pero no se detiene allí. Es realista, respeta un contrato narrativo de verosimilitud, pero, como acabo de señalar, se abre, a través del violín, hacia un nivel sobrehumano.

Pero además este libro es un intenso relato de aventuras, donde no faltan el amor en sus diversas modalidades, la amistad perdurable, la fe, la compasión, la abnegación, y tampoco la crueldad extrema y la tragedia.

Si el punto de partida de la acción tiene lugar el 22 de octubre de 2021 en la ciudad de Areguá, Paraguay, donde el anticuario Johann von Bulow y su hija adolescente aparecen asesinados, la historia del violín empieza casi tres siglos atrás en la ciudad de Cremona.

El plano temporal del relato primero (el presente de la acción) se extiende desde el 2021 a la casi actualidad y se va alternando en la novela con flashbacks que nos llevan hasta los orígenes del inigualable instrumento, que, según la ficción novelesca, habría firmado el lutier Antonio Stradivari en 1737. De aquí en más veremos cómo va pasando de mano de mano por distintos lugares de Europa, hasta caer en las garras de Julius Heiden, funcionario nazi y jefe de un campo de concentración, que concluye sus días en Paraguay.

El caso se les encarga a dos policías locales: el comisario Alejandro Tobosa y el sargento Gutiérrez, cuya relación de algún modo evoca la de don Quijote (Tobosa) y Sancho Panza (el sargento). Pronto se verá que la tosquedad de Gutiérrez no está compensada, como en Sancho, por una disposición leal y bondadosa.


Un objeto falta


A poco de avanzar el relato, emerge el vínculo entre el sanguinario crimen y el violín Stradivarius que se nos ha presentado a los lectores en el segundo capítulo: es el único objeto que falta en el tesoro del anticuario.

Pese al desinterés de su comandante, ya que nadie pregunta por los muertos ni reclama su herencia, Tobosa continúa tenazmente la investigación. Tiene motivaciones personales que van más allá de una vocación y una curiosidad detectivesca genuinas. Podríamos decir que ha caído bajo el hechizo de la belleza. Los objetos de arte que representan la alta cultura europea y que abarrotan los depósitos de von Bulow lo deslumbran y hacen surgir en él emociones desconocidas que llegarán a su ápice cuando descubra que el criminal no ha podido encontrar el Stradivarius, oculto aún en la casa.

Decide entonces convertirse en su salvador y custodio, aunque su vida esté amenazada por el sargento y por el comandante, que pretenden venderlo al mejor postor. Aun sabiendo que lo arriesga todo (desde su trabajo hasta su propia vida) buscará cómo hacerlo llegar a las mejores manos.

Mientras tanto, la alternancia de tiempos y espacios nos lleva a las peripecias previas del último Stradivarius en tierras europeas. Este es el segundo plano de la novela, fascinante por la variedad de escenarios, de lenguas, de ambientes, de culturas y de momentos que evoca y, sobre todo, por los efectos que el violín provoca en sus oyentes.

Cada época y cada lugar están recreados con la mezcla justa de información y de emoción, de intimidad y ambiente, de personajes históricos en contacto con personajes ficticios, todos complicados en la intriga multisecular de la que el instrumento es eje.

Desde este relato ingresamos en el terrible ámbito de la llamada “literatura concentracionaria”, también “literatura del Holocausto” que, a partir del testimonio directo de las víctimas, o la ficcionalización verosímil, evoca la supervivencia en los campos de exterminio.

Sin embargo, hay dos factores peculiares que marcan la diferencia con respecto a mucha narrativa del género: por un lado (en contraste con otras narraciones que describen cómo los presos llegan a ser despiadados con los demás para sobrevivir –empezando por el célebre Primo Levi-- ), aquí la historia se teje sobre el lazo de solidaridad inquebrantable que se establece entre dos reclusos: el violinista Stefanoni y el más joven Ernst Bechstein, miembro de una familia de fabricantes de pianos. Este lazo durará mucho más allá de la muerte de Stefanoni, y será decisivo para que una descendiente de Bechstein se comprometa en la empresa de rescatar el violín, no ya para su familia, sino para la salvación de la humanidad.

Por otra parte, si bien no son raros los relatos en que ciertos presos logran subsistir un tiempo en mejores condiciones, gracias a un tratamiento especial por parte de alguno de sus captores, en esta novela la excepción se debe a un objeto portentoso: el último Stradivarius.

Ser su intérprete le permite a Michele acceder a la protección del melómano Heiden, que preserva la vida del músico y la hace más tolerable en algunos aspectos, aunque también lo convierte en su esclavo sexual y en objeto de todo tipo de humillaciones. La última tarea impuesta a Stefanoni es la de enseñarle a su torturador y retorcido benefactor a tocar el violín.

Volvamos a Alejandro Tobosa, el que se ha desprendido del violín en el gesto de donación más puro, pese a todos los riesgos. Degradado y exonerado de la policía, condenado a un trabajo ínfimo, arrastra una existencia miserable, temeroso de que sus enemigos lo encuentren y tomen venganza. Ha perdido “su talante positivo, su fe ciega en el género humano”.


Algo parecido a un “final feliz”


¿Nos dejará aquí el novelista, acompañando a Tobosa en su desesperanza? ¿No habrá algo parecido a un “final feliz” para él y para el último Stradivarius? Lo hay, y seguramente asombrará a los lectores.

Pero todo el recorrido previo del violín nos ha mostrado que ningún happy end puede considerarse definitivo cuando de seres humanos se trata. Nada garantiza que el instrumento maravilloso, capaz de transportar a los oyentes más allá de su condición falible y mortal, no vuelva a ser robado, traficado y enajenado por los agentes de un mal que siempre retorna.

Por otra parte, si el violín no pierde su magia, aunque su intérprete sea un verdadero monstruo moral, como Heiden, también es cierto que no altera, por sí mismo, la condición de sus portadores. Si el instrumento transmite una llamada divina que llega al corazón de todos los seres, no todos quieren asentir a ella. Heiden podrá transmitir el mensaje a otros, pero no lo acepta. Por su propia decisión, morirá irredento, solo y odiado.

En el tortuoso camino de la Historia, pese a las fallas o delitos aberrantes de sus eventuales intérpretes, la música del Stradivarius abre puentes místicos hacia la comunión con el absoluto, donde todo parece encontrar sentido, aun la oscuridad, aun lo que no podemos comprender desde nuestra humanidad limitada.

Quizá por eso, la mejor manera de cerrar sean las palabras de San Agustín que el otro Alejandro, Roemmers, pone en boca de Sor Felicitas: “Porque así como una pintura, colocado en su respectivo lugar el color negro, es hermosa, así el mundo, si uno lo pudiese ver, aun con los mismos pecadores, es hermoso”.

Así, el arte humano, el del lutier, el de la música y el del intérprete, pueden alinearse en una iluminación deslumbrante que, cuando es acatada, conduce al misterio del Ser, consuela y salva.

14.- Leer los Calicos.



Estanislao Zuleta fue un lector agudo, uno de los que honran la escritura, de los que hacen florecer los textos y les proporcionan otros lectores. Fue un divulgador, alguien que contagiaba de su propio entusiasmo a otros.

En este libro el lector encontrará seis conferencias sobre algunos de los autores que más amaba Estanislao y que leyó por primera vez en la biblioteca de su padre:

Kafka, Flaubert, Goethe, Shakespeare, Cervantes y Platón.

Estamos seguros de que Leer a los clásicos es una invitación, una incitación especialmente dirigida a los jóvenes lectores, a nutrirse de la gran literatura; a tener en su visión del mundo referentes universales que les permitan formarse y leer en perspectiva. La noción de tradición, que puede tener la connotación de constreñimiento es, en la formación intelectual, todo lo contrario: alas para ser a partir de ella. Los clásicos son lecturas a las que siempre regresamos, nos devuelven de manera clara al origen, nos ofrecen asidero en medio de las tormentas, y en este caso, nos permiten dialogar con quienes amamos y no tuvimos la oportunidad de conocer.

José Zuleta Ortiz

Todas las reseñas fueron tomadas de las propias editoriales. 



domingo, 5 de octubre de 2025

LAS PATINADORAS DEL PARQUE DEL RIO MEDELLÍN





Son cuatro patinadores que convergen desde distintos puntos de la ciudad, se reúnen en un sitio  equidistante para todos: Miguel Ángel, las dos Angelas y  Valentina. La sensación de patinar es inigualable, parecen volar y el roce con la fresca brisa matinal sobre sus rostros produce un aire de libertad infinita difícil de describir. Los grupos de patinadores, más de cien de ellos, una vez a la semana se toman la ciudad, como una gran bandada de aves migratorias, son un espectáculo en las calles y el ejemplo de que cosas buenas se pueden hacer alrededor de un deporte de manera espontanea y con cierta locuocidad. 
El patinaje tiene sus raíces en la antigua civilización egipcia, donde se utilizaban patines con ruedas hechas de hueso o madera. Sin embargo, los patines modernos fueron inventados por Jean-Joseph Merlín en 1760, quien creó los primeros patines en línea. Posteriormente, en 1819, Petitbled desarrolló los primeros patines de cuatro ruedas paralelas, que permitieron un mejor control y estabilidad. Estos avances sentaron las bases para el desarrollo del patinaje que conocemos hoy en día. Colombia es una potencia en patinaje y curiosamente aún no es un deporte olímpico. Sí fuera así, ganaríamos muchas medallas de oro, se piensa de manera perversa que será declarado deporte olímpico cuando las potencias estén cercanas a nuestro nivel de competitividad.
Valentina es la líder del grupo, es un liderazgo natural, nacido de la cofradía que se fue fraguando alrededor de estos recorridos matinales. Las angelas, muy jóvenes, con la arrogancia natural que produce la belleza en un deporte más cerca de la levedad que del peso. Una de ellas es de Córdoba, un departamento ganadero de la costa y la otra, si no estoy mal, es una paisa. Miguel Ángel es un muchacho Venezolano. Al grupo se le pueden reunir otros patinadores en el recorrido. Patinar, conversar, disfrutar la ciudad desde una óptica diferente, desde la esclerótica y la sensación del vuelo y la libertad absoluta es un bálsamo para el alma. 
El grupo una vez terminan de patinar y cumplida una distancia considerable, va parando de tienda en tienda para tomarse unas politas y hablar de lo divino y lo humano. El recorrido finaliza en el parque del rio y concretamente en la tienda de David. Allí se diserta no solo de cómo les fue en el recorrido, sino sobre las cosas banales de la vida, los hechos connotados de la semana, los sucesos relevantes que le haya pasado a cada uno, desde lo anecdótico y sobre todo, de aquellas cosas que nos hacen olvidar las vicisitudes crueles de la vida. Es un paréntesis en el trasegar de la existencia, un fresco necesario. Hablar con este grupo es alucinador, lo importante es manejar un poco de importaculismo que nos permita sobrevivir en un país de locos y gozársela al cien.  Buena vida y buena mar.

viernes, 3 de octubre de 2025

MATERIALES PARA UNA HISTORIA DE COLOMBIA PARA EL CONVERSATORIO DE PRENSA EPM MEDELLÍN

 Por Cesar Hernando Bustamante 

Libretos para un Podcast 

Escribir materiales para una historia específica requiere de una formación especializada y de hecho la historia es una ciencia social, una carrera y constituye una eslabón de suma importancia para entender el presente de los pueblos, hombres y  la sociedad en general. Se ha dicho que, quienes no conocen el pasado están condenados a repetirlo y es seguro que tendrán menos posibilidad de enfrentar su ahora en todas sus connotaciones. 

Muchos autores han definido la historia. Miremos: la ciencia de los hombres en sociedad a través del tiempo (Marc Bloch) o como la ciencia que estudia los acontecimientos pasados y sus procesos. Otros la definen como el conjunto de sucesos pasados que conforman la vida de una nación, o como el proceso de interacción entre el historiador y los hechos en un diálogo continuo entre pasado y presente (Edward Carr). También se concibe como el conocimiento del pasado humano o como la forma espiritual en que una cultura rinde cuentas de su pasado (Johan Huizinga). 

También se podría decir que “es la narración de los sucesos del pasado; generalmente los de la humanidad, aunque también puede no estar centrada en el humano. Hay quien más breve y concisamente afirma que la historia es el conocimiento del pasado humano. Asimismo, es una disciplina académica que estudia dichos acontecimientos. A la ciencia o disciplina académica también se le denomina historiografía para distinguirla de la historia entendida como los hechos objetivos sucedidos. Es una ciencia social debido a su clasificación y método; pero, si no se centra en el humano, puede ser considerada como una ciencia natural, especialmente en un marco de la interdisciplinariedad; de cualquier forma, forma parte de la clasificación de la ciencia que engloba las anteriores dos, es decir, una ciencia fáctica (también llamada factual)”. 

Wikipedia dice también: “Su propósito es averiguar los hechos y procesos que ocurrieron y se desarrollaron en el pasado e interpretarlos ateniéndose a criterios de la mayor objetividad posible; aunque la posibilidad de cumplimiento de tales propósitos y el grado en que sean posibles son en sí mismos objetos de estudio de la historiología o teoría de la historia, como epistemología o conocimiento científico de la historia”. Ahora, si la historia es una ciencia cuyo objeto de estudio es el pasado de la humanidad, cuestión en que la mayoría pero no todos los historiadores concuerdan, se tiene que someter al método científico, que aunque no pueda ser aplicado en todos los extremos de las ciencias experimentales, sí puede hacerlo a un nivel equiparable a las llamadas ciencias sociales. En este intento de crear un documento de base para un conversatorio, estoy lejos de estos presupuestos. 

Son muchos los textos de la historia de Colombia. De hecho, valiosos la mayoría de ellos. Creo que el realizado por Antonio Caballero, publicado hace unos años, es un aporte desde una perspectiva diferente y que no se había tratado hasta ahora de esa manera, me parece relevante para el objetivo propuesto. Lo tituló: Historia de Colombia y sus oligarquías. Igual me parece, el clásico de Indalecio Liévano Aguirre: Grandes conflictos económicos y sociales de nuestra historia. Me gusta mucho el texto de Jorge Orlando Melo, historia mínima de Colombia, el de David Bushnell, Colombia una nación a pesar de sí misma. La idea es que para esta exposición tome muchos textos y la experiencia de años de lectura sobre nuestro presente y pasado. Esta es una historia de Colombia contada a partir de los enfrentamientos entre líderes, mirando el contexto de cada época, la actitud de los caudillos y las consecuencias de estas disputas que, cargadas de marcos ideológicos, de propósitos en pro de la nación, no dejan de tener un velo sobre sus intereses personales. 

Haré un esbozo sobre las fuentes de la historia en un sentido clásico. Las fuentes de la historia son los testimonios (escritos, orales, materiales, audiovisuales, etc.) que los historiadores utilizan como materia prima para reconstruir e interpretar el pasado. Se clasifican principalmente en fuentes primarias, que son testimonios directos del período estudiado, y fuentes secundarias, que son interpretaciones o análisis posteriores sobre ese período. Un elemento crucial para el historiador es el análisis crítico de la fuente, evaluando su contexto, autenticidad y la perspectiva del autor para evitar visiones distorsionadas del pasado. 

De la misma manera, en este propósito tomaremos todo tipo de fuentes, pero haciendo énfasis de,  cómo en el periodo actual de Colombia, se maneja y manipula, nuestra historia en favor, de los intereses de los protagonistas de nuestro periodo actual, que entre otras cosas está en un momento muy delicado de nuestra historia. cuando digo, protagonistas, me refiero a todas aquellas personas del mundo político, empresarial, económico, a las instituciones gremiales y sus líderes, a la academia y por supuesto el ciudadano de a pie y la sociedad en general, más sí se trata de una un país que parece no ha salido adelante, no vive pacíficamente y está en permanente guerra desde hace muchos años.  

Colombia se ha caracterizado por enfrentamientos personales entre grandes caudillos que se han traducido en guerra, sangre, desinstitucionalización, pérdida de norte y de alguna manera, una mirada del país por fuera de su contexto real y solo desde la visión de estos personajes. Los enfrentamientos han sido muchos: Camilo Torres con Nariño, Bolívar y Santander, Mosquera y Obando, Mosquera y Mariano Ospina Rodríguez. En el siglo XX son muchos y de alguna manera todos han producido y tenido efectos nefastos en la nación, su pueblo y de hecho comprometen su futuro.  

Posada Carbó en "¿Guerra civil? El lenguaje del conflicto en Colombia” , en el acápite de su introducción expresa: “¿Por qué no somos capaces de ver la guerra civil que el mundo entero sí ve en Colombia?” –se preguntaba recientemente el editorialista de -El Espectador- El interrogante estaba particularmente motivado por las reflexiones de un ensayo de William Ramírez Tobón, donde se sugiere que en el país se “está configurando una nueva forma de guerra civil de cuyo diagnóstico oportuno y preciso depende, en gran medida, su solución”. Este es otro interrogante que me suscita está investigación para mis amigos del “Club de prensa”. Todo conflicto cabalga en los hombros de los hombres "". Está claro que las definiciones al respecto de nuestras guerras, de sus orígenes, de la infinita manera de matarnos no están del todo claras. El mismo texto aludido nos trae algunos comentarios: “La tendencia a definir el conflicto colombiano como una “guerra civil” ha recibido serios cuestionamientos. En sus respectivas columnas de prensa, Fernando Uricoechea y Eduardo Pizarro Leongómez han criticado la utilización de tal concepto. Según Uricoechea, “calificar el conflicto armado en Colombia como una guerra civil no es sólo objetivamente incorrecto, sino, lo que es aún peor, políticamente perverso”. Pizarro, a su turno, señala que “en Colombia constituye una grave torpeza intelectual hablar de guerra civil” La tendencia a definir el conflicto colombiano como una “guerra civil” ha recibido serios cuestionamientos. En sus respectivas columnas de prensa, Fernando Uricoechea y Eduardo Pizarro Leongómez han criticado la utilización de tal concepto. Según Uricoechea, “calificar el conflicto armado en Colombia como una guerra civil no es sólo objetivamente incorrecto, sino, lo que es aún peor, políticamente perverso”. Pizarro, a su turno, señala que “en Colombia constituye una grave torpeza intelectual hablar de guerra civil” . Fernando Cepeda Ulloa también ha advertido sobre el “manejo ligero” de muchos conceptos alrededor de los problemas nacionales –entre ellos, el de “guerra". –. En su libro de ensayos más reciente, Daniel Pécaut formula reparos al uso de dicha expresión para explicar la naturaleza del conflicto colombiano . Fernando Cepeda Ulloa también ha advertido sobre el “manejo ligero” de muchos conceptos alrededor de los problemas nacionales –entre ellos, el de “guerra civil”. 

La idea es entregar una visión general de nuestra historia a los miembros del “Club de Prensa” de la biblioteca EPM, desde una perspectiva novedosa. Está descontado que se hará aceptando los aportes y después de la exposición se abrirá  el debate a todos los miembros. 

domingo, 21 de septiembre de 2025

PRIMER CAPITULO DE LA NOVELA : UNA PENA EN OBSERVACION DE C.S, LEWIS

 Una obra o texto puede referirse a hechos o pensamientos escritos por otros hombres, nos repetimos incansablemente y gracias a las metáforas y los artificios literarios nos renovamos. Igual pasa con algunas cosas que vivimos, este texto parece escrito desde mis experiencias a pesar de nunca tener contacto con el autor y con los hechos. Transcribo el primer capitulo. El libro es publicado por editorial ANAGRAMA.

 CESAR H BUSTAMANTE


 "Escrito tras la trágica muerte de su amada esposa como una  manera de sobrevivir los “difíciles momentos de la medianoche”,  Una pena en observación relata los más sinceros pensamientos de  C. S. Lewis sobre los temas fundamentales de la vida, la muerte y la  fe al sufrir una pérdida. Esta obra contiene sus más íntimas  reflexiones sobre esa etapa de su vida.

 “Nada puede afectar al hombre —o por lo menos a un hombre como  yo— de manera que pierda su ideología y sus creencias. Tiene que  enfrentar un gran golpe para entrar en razón. Sólo la tortura traerá la  verdad. Sólo bajo tortura podrá descubrirla por sí mismo".

UNO

Nadie me había dicho nunca que la pena se viviese como miedo. Yo no  es que esté asustado, pero la sensación es la misma que cuando lo estoy. El mismo mariposeo en el estómago, la misma inquietud, los bostezos. Aguanto y trago saliva.

 Otras veces es como si estuviera medio borracho o conmocionado. Hay  una especie de manta invisible entre el mundo y yo. Me cuesta mucho  trabajo enterarme de lo que me dicen los demás. Tiene tan poco interés.

 Y sin embargo quiero tener gente a mi alrededor. Me espantan los ratos  en que la casa se queda vacía. Lo único que querría es que hablaran ellos  unos con otros, que no se dirigieran a mí.

 Hay momentos en que, de la forma más inesperada, algo en mi interior  pugna por convencerme de que no me afecta mucho, de que no es para  tanto, al fin y al cabo. El amor no lo es todo en la vida de un hombre. Yo,  antes de conocer a H., era feliz. Era muy rico en lo que la gente llama  «recursos». A todo el mundo le pasan estas cosas. Vamos, que no lo estoy  llevando tan mal. Le avergüenza a uno prestar oídos a esa voz, pero por  unos momentos da la impresión de que está abogando por una causa justa.  Luego sobreviene una repentina cuchillada de memoria al rojo vivo y todo  ese «sentido común» se desvanece como una hormiga en la boca de un  horno.

 Y de rechazo cae uno en las lágrimas y en el pathos. Lágrimas  sensibleras. Casi prefiero los ratos de agonía, que son por lo menos limpios  y decentes. Pero el asqueroso, dulzarrón y pringoso placer de ceder a revolcarse en un baño de autocompasión, eso es algo que me nausea. Y, es  más, cuando caigo en ello, me doy cuenta de que me lleva a tergiversar la  imagen misma de H. En cuanto le doy alas a este humor, al poco rato la  mujer de carne y hueso viene sustituida por una simple muñeca sobre la que  lloriqueo. Gracias a Dios, el recuerdo de ella es todavía lo suficientemente  fuerte (¿lo seguirá siendo siempre tanto?) como para salir adelante.

 Porque H. no era así en absoluto. Su pensamiento era ágil, rápido y  musculoso, como un leopardo. Ni la pasión ni la ternura ni el dolor eran  capaces de hacerle bajar la guardia. Olfateaba la falsedad y la gazmoñería a  la primera vaharada, e inmediatamente se abalanzaba sobre ti y te derribaba  antes de que hubieras podido darte cuenta de lo que estaba pasando.  ¡Cuántos globos me pinchó! Enseguida aprendí a no darle gato por liebre  con mis palabras, excepto cuando lo hacía por el simple gusto —y ésta es  otra cuchillada al rojo vivo— de exponerme a que se burlara de mí. Nunca  he sido menos estúpido que como amante suyo.

 Y nadie me habló nunca tampoco de la desidia que inyecta la pena. No  siendo en mi trabajo —que ahí la máquina parece correr más aprisa que  nunca— aborrezco hacer el menor esfuerzo. No sólo escribir sino incluso  leer una carta se me convierte en un exceso. Hasta afeitarme. ¿Qué importa  ya que mi mejilla esté áspera o suave? Dicen que un hombre desgraciado  necesita distraerse, hacer algo que lo saque de sí mismo. Lo necesitará, en  todo caso, como podría echar de menos un hombre aperreadamente cansado  una manta más cuando la noche está muy fría; seguro que este hombre  preferiría quedarse tumbado dando diente con diente antes que levantarse a  buscarla. Es fácil de entender que la gente solitaria se vuelva poco aseada, y  acabe siendo sucia y dando asco.

 Y, en el entretanto, ¿Dios dónde se ha metido? Éste es uno de los  síntomas más inquietantes. Cuando eres feliz, tan feliz que no tienes la  sensación de necesitar a Dios para nada, tan feliz que te ves tentado a  recibir sus llamadas sobre ti como una interrupción, si acaso recapacitas y te  vuelves a Él con gratitud y reconocimiento, entonces te recibirá con los  brazos abiertos 70 al menos así es como lo vive uno. Pero vete hacia Él  cuando tu necesidad es desesperada, cuando cualquier otra ayuda te ha resultado vana, ¿y con qué te encuentras? Con una puerta que te cierran en  las narices, con un ruido de cerrojos, un cerrojazo de doble vuelta en el  interior. Y después de esto, el silencio. Más vale no insistir, dejarlo. Cuanto  más esperes, mayor énfasis adquirirá el silencio. No hay luces en las  ventanas. Debe tratarse de una casa vacía. ¿Estuvo habitada alguna vez?  Eso parecía en tiempos. Y aquella impresión era tan fuerte como la de  ahora. ¿Qué puede significar esto? ¿Por qué es Dios un jefe tan  omnipresente en nuestras etapas de prosperidad, y tan ausente como apoyo  en las rachas de catástrofe?.

 He intentado exponerle esta tarde a C. algunas de estas reflexiones. El  me ha recordado que lo mismo, según parece, le ocurrió a Jesucristo. «¿Por  qué me has abandonado?» Ya lo sé. ¿Y qué? ¿Se consigue con eso que las  cosas se vuelvan más fáciles de entender?.

 No es que yo corra demasiado peligro de dejar de creer en Dios, o por lo  menos no me lo parece. El verdadero peligro está en empezar a pensar tan  horriblemente mal de Él. La conclusión a que temo llegar no es la de: «Así  que no hay Dios, a fin de cuentas», sino la de: «De manera que así es como  era Dios en realidad. No te sigas engañando.»

 Nuestros mayores se resignaban y decían: «Hágase tu voluntad.»  ¿Cuántas veces no habrá la gente sofocado por puro terror un amargo  resentimiento, y no se habrá sacado de la manga un acto de amor (sí, un  acto, en todos los sentidos) para camuflar la operación?.

 Claro que resulta muy fácil decir que Dios parece estar ausente en  nuestras necesidades más graves porque Él es ausencia, no-existencia. Pero  entonces, ¿qué pasa?, ¿por qué se nos antoja tan presente cuando, para  hablar en plata, no le echamos de menos?

 De todas maneras, el matrimonio me ha servido para una cosa. Nunca  podré volver a creer que la religión es una manipulación de nuestros  inconscientes y hambrientos deseos, mediante la cual se sustituye al sexo.  En estos breves años pasados, H. y yo festejábamos el amor; en cualquiera  de sus modalidades: la solemne y alegre, la romántica y realista, tan  dramática a veces como una tempestad, otras veces tan confortable y  carente de énfasis como cuando te pones unas zapatillas cómodas. No había fisura del corazón o del cuerpo que quedara insatisfecha. Si Dios fuera un  simple sustituto del amor, habríamos perdido todo interés por Él. ¿A quién  le importan los sustitutos cuando tiene en las manos la cosa misma? Pero no  es esto todo lo que ocurre. Nosotros dos sabíamos que deseábamos algo que  estaba por encima del uno y del otro, algo especial y bien diferente, una  clase de deseo bien diferente. Lo contrario sería como decir que cuando los  amantes se tienen uno a otro, ya en adelante no van a tener nunca ganas de  leer, de comer o de respirar.

 Hace años, a raíz de la muerte de un amigo, tuve durante algún tiempo  una viva sensación de certeza con respecto a la continuidad de su vida, casi  como si se viera realzada. He implorado que se me concediera ahora por lo  menos una centésima parte de esa misma certeza en el caso de H. No ha  habido respuesta. Solamente el cerrojazo en la puerta, el telón de acero, el  vacío, el cero absoluto. «A los que piden, no se les dará.» Fui un tonto al  pedir nada. Lo que es ahora, incluso aunque me volviera a habitar esa  certeza, desconfiaría de ella. Pensaría que era una autosugestión provocada  por mi propia plegaria.

 En cualquier caso, lo que tengo que hacer es mantener a raya a los  espiritualistas. Le prometí a H. que lo haría. Ella sabía mucho de estos  cotarros.

 Mantener las promesas hechas a un muerto, o a cualquier otra persona,  es algo que está muy bien. Pero empiezo a darme cuenta de que «respeto  hacia los deseos de un muerto» entraña también una trampa. Ayer me  detuve a tiempo antes de decirme, con ocasión de no sé qué bagatela: «Esto  a H. no le hubiera gustado.»

 No conviene, no es bueno para los demás. En breve acabaría echando  mano del «lo que le hubiera gustado a H.» como un instrumento de tiranía  doméstica. Y además sus presuntas ataduras se irían convirtiendo en un  disfraz cada vez más sofocante de mi propio ser.

 A los niños no puedo hablarles de ella. Las veces que lo he intentado, en  sus rostros no asoma dolor, miedo, amor ni compasión, sino embarazo, que  es el peor de todos los falsos consejeros. Me miran como si estuviera  cometiendo una indecencia. Están deseando que me calle. A mí me pasó lo mismo cuando murió mi madre, cada vez que mi padre la nombraba. No se  lo puedo reprochar. Es la manera de ser de los niños.

 Muchas veces pienso que la vergüenza, hasta cuando se da en forma  torpe e inadvertida, es mucho más eficaz para impedir los actos buenos y la  recta dicha que ninguno de nuestros vicios. Y esto no pasa sólo en la  infancia.

 ¿O son ellos, los niños, los que tienen razón? ¿Qué pensaría la propia H.  de este terrible cuadernito de notas al que vuelvo una vez y otra vez? ¿No  son morbosos estos apuntes? Una vez leí la siguiente frase: «Permanezco  despierto toda la noche con dolor de muelas, dándole vueltas al dolor de  muelas y al hecho de estar despierto.» Esto también sé puede aplicar a la  vida. Gran parte de una desgracia cualquiera consiste, por así decirlo, en la  sombra de la desgracia, en la reflexión sobre ella. Es decir en el hecho de  que no se limite uno a sufrir, sino que se vea obligado a seguir considerando  el hecho de que sufre. Yo cada uno de mis días interminables no solamente  lo vivo en pena, sino pensando en lo que es vivir en pena un día detrás de  otro. ¿No servirán mis apuntes únicamente para agravar este aspecto de la  cuestión? ¿Para confirmar simplemente las vueltas que le da la mente al  mismo tema, como si se tratara de la monótona andadura en torno a un  molino? Y sin embargo, ¿qué voy a hacer? Necesitaría alguna droga, y por  ahora leer no es una droga lo bastante fuerte. Escribiendo para echarlo todo  fuera (¿todo?, no, un pensamiento entre miles) me parece que me separo un  poco de ello. Así es como justificaría mi caso ante H. Pero apuesto doble  contra sencillo a que ella le vería la trampa a esta justificación.

 Y no me pasa sólo con los niños. Un extraño subproducto de mi  pérdida, es que me doy cuenta de que resulto un estorbo para todo el mundo  con que me encuentro en el trabajo, en el club, por la calle. Veo que la  gente, en el momento en que se me acerca, está dudando para sus adentros  si «decirme algo sobre lo mío» o no. Me molesta tanto que lo hagan como  que no lo hagan. Algunos meten la pata de todos modos. R. me ha estado  evitando durante toda una semana. Prefiero a la gente joven bien educada,  casi niños todavía, que se enfrentan conmigo como con el dentista, se ponen  muy colorados, lo dejan y se escurren a meterse en un bar lo más rápidamente que la educación les permite. Me pregunto si los afligidos no  tendrían que ser confinados, como los leprosos, a reductos especiales.

 Para algunos, soy algo peor todavía que un estorbo. Cada vez que me  encuentro con un matrimonio feliz, noto que tanto él como ella están  pensando: «Uno de nosotros se verá más tarde o más temprano igual que él  se ve ahora.»

 Al principio me espantaba ir a los sitios donde H. y yo fuimos felices, a  nuestro pub o a nuestro parque favoritos. Pero de repente decidí empezar a  hacerlo, como quien quiere lo más pronto posible volver a incorporar al  vuelo a un piloto que acaba de tener un accidente. Y me sorprendió ver que  no suponía gran diferencia. La ausencia de H. no cobra mayor énfasis en los  lugares que digo que en otro cualquiera. No se trata en absoluto de un  asunto de tipo local. Me imagino que si le prohibieran a uno tomar sal, no la  echaría más en falta en unos alimentos que en otros. Comer se volvería en  general algo diferente, todos los días, en todas las comidas. Es algo por el  estilo. El acto de vivir se ha vuelto distinto por doquier. Su ausencia es  como el cielo, que se extiende por encima de todas las cosas.

 Pero no, no está dicho de forma correcta. Hay un lugar donde su  ausencia vuelve a albergarse y localizarse, un lugar del que no puedo  escaparme. Me refiero a mi propio cuerpo. ¡Cobraba una importancia tan  distinta cuando era el cuerpo del amante de H.! Ahora es como una casa  vacía. Pero tampoco voy a engañarme a mí mismo. Este cuerpo volvería a  cobrar importancia para mí, y bien pronto, si pensara que algo no marchaba  bien en él.

 Cáncer, y cáncer, y cáncer. Mi madre, mi padre, mi mujer. Me pregunto  quién será el siguiente en la lista.

 Y sin embargo la propia H., cuando se estaba muriendo de cáncer, y  perfectamente consciente de la cuestión, dijo que había perdido gran parte  del horror que antes le tenía. Cuando llegó la hora de la verdad, el hombre y  la idea estaban ya desactivados en alguna medida. Y hasta cierto punto, casi  lo entendí. Esto es muy importante. Nunca se encuentra uno precisamente  con el Cáncer o la Guerra o la Infelicidad (ni tampoco con la Felicidad).  Solamente se encuentra uno con cada hora o cada momento que llegan. Con toda clase de altibajos: cantidad de manchas feas en nuestros mejores ratos  y de manchas bonitas en los peores. No abarcamos nunca el impacto total  de lo que llamamos «la cosa en sí misma». Pero es que nos equivocamos al  llamarla así. La cosa en sí misma consiste simplemente en todos estos  altibajos, el resto no pasa de ser un nombre o una idea. Es increíble cuánta  felicidad y hasta cuánta diversión vivimos a veces juntos, incluso después  de que toda esperanza se había desvanecido. Qué largo y tendido, qué  serenamente, con cuánto provecho llegamos a hablar aquella última noche,  estrechamente unidos.

 Pero no, no tan unidos. Existe un límite marcado por la «propia carne».  No puedes compartir realmente la debilidad de otra persona, ni su miedo, ni  su dolor. Lo que sientes tal vez sea erróneo. Probablemente podría ser tan  erróneo como lo que sentía el otro, y sin embargo desconfiaríamos de quien  nos advirtiera que era así. De todas maneras seguiría siendo bastante  diferente, en todo caso. Cuando hablo de miedo me refiero al miedo  puramente animal, al rechazo del organismo frente a su destrucción, a un  sentimiento sofocante, a la sensación de ser un ratón atrapado en una  ratonera. Esto no puede transferirse a otro. La mente es capaz de  solidarizarse con ello; el cuerpo menos. En cierto sentido, los cuerpos de los  amantes son menos capaces todavía. Todos sus episodios de amor los han  arrastrado a tener no idénticos, sino complementarios, correlativos y hasta  opuestos sentimientos de cada uno con relación al otro.  

Nosotros dos lo sabíamos bien. Yo tenía mis miserias, no las suyas; ella  tenía las suyas, no las mías. Y el final de las suyas habría de dar paso a la  llegada de las mías. Estábamos partiendo hacia diferentes rutas. Esta verdad  velada, esta terrible regulación del tráfico («usted, señor, por la izquierda»)  marca precisamente el comienzo de la separación que supone la muerte  misma. 

Y esta separación, creo yo, nos está esperando a todos. He estado  pensando en H. y en mí como seres peculiarmente desgraciados a causa de  nuestra separación desgarradora. Pero es posible que todos los amantes  estén abocados a tal separación. Ella me dijo un día: «Incluso si nos  muriéramos los dos exactamente en el mismo instante, tal como estamos echados aquí ahora uno al lado del otro, sería seguramente una separación  mucho mayor que la que tanto temes.» Por supuesto que ella no sabía, o al  menos no más de lo que yo sé. Pero estaba cerca de la muerte; lo  suficientemente cerca como para dar en el clavo. Solía citar una frase:  «Sólo dentro de la soledad.» Decía que lo que sentía era algo así. ¡Y cómo  iba a ser de otra manera! Resultaría infinitamente improbable. Tiempo,  espacio y cuerpo eran los verdaderos elementos que nos unían, los hilos de  teléfono a través de los cuales nos comunicábamos. Si se corta uno de ellos  o los dos al mismo tiempo, para el caso es lo mismo, ¿cómo no va a  interrumpirse la comunicación? A no ser que se diera por sentado que algún  otro medio de comunicación, radicalmente distinto pero encargado de  desempeñar el mismo trabajo, pudiera venir a sustituir a aquéllos. Y aun en  este caso, ¿se puede concebir un procedimiento tan eficaz como los  antiguos? ¿Es que Dios es un payaso que te arrebata sin más tu cuenco de  sopa para reemplazártelo acto seguido por otro cuenco lleno de la misma  sopa? Ni siquiera la naturaleza hace estas payasadas. Nunca toca dos veces  la misma melodía.

 Hace falta mucha paciencia para aguantar a esa gente que te dice: «La  muerte no existe» o «la muerte no importa.» La muerte claro que existe, y  sea su existencia del tipo que sea, importa. Y ocurra lo que ocurra tiene  consecuencias, y tanto ella como sus consecuencias son irrevocables e  irreversibles. Por ese principio podríamos decir que nacer no importa. Alzo  los ojos al cielo de la noche. Es de todo punto evidente que si me fuera  permitido rebuscar en toda esa infinidad de espacios y tiempos, nunca  volvería a encontrar en ninguna parte el rostro de ella, ni su voz, ni su tacto.  Murió. Está muerta. ¿Es que se trata de una palabra tan difícil de  comprender?

 No conservo ninguna fotografía suya donde quedara un poco bien. Ni  siquiera en mi imaginación soy capaz de reproducir su cara con todo  detalle. Y sin embargo, el rostro extraño de cualquier extraño atisbado esta  mañana entre la multitud puede presentarse ante mí con nítida perfección al  cerrar los ojos por la noche. La explicación es bastante sencilla, creo yo.  Los rostros de los seres a quien mejor hemos conocido, los hemos visto desde tantos ángulos, bajo tantas luces y dotados de tantas expresiones  (paseando, durmiendo, riéndose, llorando, comiendo, hablando o  pensando), que todas estas impresiones se nos enmarañan simultáneamente,  dentro de la memoria y quedan confundidas en un simple borrón. Pero su  voz está todavía viva. Su voz añorada que en el momento menos pensado  me puede convertir en un niño que se echa a llorar.